jueves, 4 de julio de 2013

Lo que me gusta.

Me gusta tomar café sola y leer a solas. Me gusta viajar en autobús sola y caminar sola a casa. Me da tiempo para pensar y poner mi mente libre. Me gusta comer sola y escuchar música a solas... Pero cuando veo a una madre con su hijo, una mujer con su amante, un amigo que ríe con su mejor amigo, me doy cuenta que a pesar de que me gusta estar sola, no me apetece estar sola.

Ella.

Y estaba ella, con sus inseguridades y defectos. Con la imperfección plasmada en cada poro de su piel. Con temores ridículos, sufrimientos en el corazón y culpabilidad en la conciencia. Ahí estaba ella, consumiéndose poco a poco sin saber que para él, ya era perfecta en todas sus facetas.

Cuando te odio... te amo.

A veces también se me acaban las sonrisas para ti, a veces también se me acaban las ganas de escribirte. Pero te amo, ojala lo entiendas... siempre te amo, pero a veces mis abrazos no tienen calor y mi boca no sabe que decir, pero te amor. Cuando no te convengo, cuando no me soportas, cuando te odio... Te amo.

Espero.

Espero me extrañes. Que pienses en mí antes de dormir. Espero me llores, espero que al estar con ella sientas que cambiaste chinas por botellas y que no te sientes con ella como conmigo. Espero regreses para poder decirte que yo ya te olvide.

Demasiado.

Era demasiado amor. Demasiado grande, demasiado complicado, demasiado confuso y arriesgado, y fecundó y doloroso. Tanto como yo podía dar, más del que me convenía. Por eso se rompió. No se agotó, no se acabó, no se murió, se vino abajo como una torre demasiado alta, como una apuesta demasiado alta... Como una esperanza demasiado alta.